SORPRESA… SORPRESA

Suelo salir a caminar por la huerta casi todos los días entre media hora y cuarenta minutos. Como no tengo horario fijo, la mayoría de las veces salgo cuando puedo y solo. Me sirve para relajarme, pensar sobre tareas pendientes y organizarme. Es mi momento del día, que si no lo tengo lo echo en falta.

El caso es que suelo coincidir con otras personas que salen a lo mismo, pero por cuestión de tiempo y ritmo no suelo compartir ese tiempo con nadie.

Después del verano, coincidí caminando con un conocido un poco mayor que yo y, a un ritmo más pausado, fuimos hablando de lo humano y lo divino. Llegado al punto en que me comentó que pronto era el cumpleaños de su esposa, recuerdo que me atreví a aconsejarle que no se le olvidara tal día. Su respuesta fue que no solía regalarle nada a su esposa, ni tampoco darle ninguna sorpresa, porque eso había sido precisamente el origen de muchos conflictos cuando novios y ya de casados.

Yo, inconsciente de mí, restándole importancia al asunto, le animé a que cambiara de actitud y apartara sus pensamientos negativos y que se decidiera a sorprender a su pareja con algún detalle original, o a algo tan simple como que la llevara a comer. ¡Maldita la hora! ¡Quién me mandaría a mí! ¡Cómo si yo fuera consejero matrimonial!

Hace poco me lo tropecé comprando en una tienda, y me explicó que me había hecho caso, y que el día en cuestión sorprendió a su esposa recogiéndola del trabajo para llevarla a comer a solas a un restaurante. ¡Os juro que desde el minuto uno me temí lo peor!

¡Increíble! Según sus palabras, su esposa en lugar de sorprenderse le estuvo refunfuñando desde el minuto uno con que tenía muchas cosas que hacer en casa, con que había tenido que salir del trabajo diez minutos antes, con lo sucio que estaba el coche por dentro,… Y, no contento con esto, cuando supo dónde la llevaban a comer ¿Adivináis qué? Tampoco le gustaba el sitio, y se enfadó, dejando de hablarle.

El resultado fue que el pobre hombre acabó nervioso preso de un ataque de ansiedad que no sabía ni cómo llegar al restaurante en cuestión, la comida no le mereció la pena, arrepentido de sus pretensiones y acordándose (a buen seguro) de mí y de la madre que me parió.

Sus palabras me hicieron sentir un poco culpable, pero creo que la culpa realmente no es mía, ni suya. ¡Él solo quiso darle una sorpresa! ¿Ustedes que opinan? ¡No creo que esté pensando en sorprenderla por el aniversario de bodas! Yo, por si las moscas, a lo mío, y con la boca callada.

Lo dicho, si me ven andar por la calle o por la huerta, o comprando en el supermercado, mejor no se acerquen, o por lo menos no me hagan ningún caso, que como ven ¡les puedo meter en más de un lío, y de la manera más tonta!

En fin, ¡vivir para ver, y ver para creer!

Gracias por leerme.

JF Rives

(Nota: Puedes seguirme en Facebook: @lahabitaciondelosrecuerdos; https://www.facebook.com/lahabitaciondelosrecuerdos/, o https://www.facebook.com/jfrives.jfrives; o en mi blog La habitación de los recuerdos: http://lahabitaciondelosrecuerdos.com ).

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